Habiendo difundido el video de la conferencia de presentación de mi libro Economía para Herejes: Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa en la Universidad de Granada (ver video en: https://www.youtube.com/watch?v=cwFMrLdPNo4), recibí un cuestionamiento al respecto por parte del relevante economista Fredy Gómez, catedrático de la Universidad San Carlos de Guatemala a nivel de postgrado.
El cuestionamiento en referencia a la economía heterodoxa, que es la que yo desarrollo y defiendo en mi mencionado libro, es el siguiente: “¿El institucionalismo no es eso? Bueno, en todo caso la heterodoxia es una etiqueta, nada más. Los institucionalistas utilizan los mismos fundamentos: racionalidad, contratos, etc. Coase (teoría de la firma), Williamson (teoría de los contratos), Ostrom (bienes comunes): todos usan lo mismo. Son premios Nobel que utilizan el mismo enfoque. Todos son fenomenológicos, con teoría consistente e implicaciones y verificación en la realidad. En los contratos imperfectos, el horizonte es incierto, por lo que el enfoque es el acuerdo final. En estos modelos como los de Ostrom, se aprende como hormigas, por prueba y error”.
A continuación, paso a responder a la crítica punto por punto, citando las ideas expresadas por el profesor Gómez y luego introduciendo mis observaciones:
1) “¿El Institucionalismo no es eso?”: Sí y no. El institucionalismo es solo uno de los más de diez enfoques de economía heterodoxa (es decir, críticos de la teoría dominante) que existen y que desarrollo en mi libro. En particular, le tengo mucho aprecio al enfoque institucionalista, pero no sería tan ingenuo o desinformado como para pensar que es el único enfoque heterodoxo o que la economía heterodoxa se reduce a eso, como parece suceder con el profesor Gómez.
2) “Bueno, en todo caso la heterodoxia es una etiqueta, nada más”: Me sorprende tal tipo de declaración por parte de un catedrático. O bueno, tal vez no debería sorprender tanto porque es muestra precisamente de cómo el enfoque ortodoxo se propone a sí mismo como el enfoque dejando de lado a los demás en los programas académicos de prácticamente todas las universidades del mundo, quedando así relegadas otras propuestas teóricas y cerrándose la posibilidad de aquel “pluralismo epistemológico” que tan necesario resulta en economía. Y es que uno puede estar de acuerdo o no con los planteamientos de economía heterodoxa, pero no se puede decir sin más que son una mera “etiqueta” ya que sí existen muchísimos puntos en donde contradicen abiertamente a la economía ortodoxa en cuestiones de fondo y no puramente de forma.
3) “Los institucionalistas utilizan los mismos fundamentos: racionalidad, contratos, etc. Coase (teoría de la firma), Williamson (teoría de los contratos), Ostrom (bienes comunes): todo usan lo mismo. Son premios Nobel que utilizan el mismo enfoque”: Aquí quedan en evidencia las consecuencias de calificar a la economía heterodoxa como una mera “etiqueta”: que no se la llega a conocer bien y se cae, por tanto, en supinos equívocos cuando se habla de ella. ¡No es posible que se confunda a los institucionalistas con los neoinstitucionalistas! ¡Se tratan de enfoques sumamente diferentes y hasta diametralmente opuestos en varios puntos! Puede parecer exagerado este juicio, dado que la única diferencia entre las dos palabras es el prefijo “neo”, pero cualquiera que lea a institucionalistas como Veblen y Galbraith se dará cuenta de que son muy distintos de los neoinstitucionalistas como Coase y Williamson. El institucionalismo original es sumamente crítico de la economía neoclásica, mientras que el neoinstitucionalismo es básicamente compatible con esta (no es raro, pues, que se le haya dado el Nobel a algunos de sus teóricos). Como dice el académico Malcom Rutherford en su paper “Economía institucional: Entonces y ahora”: “La Nueva Economía Institucional se ha identificado generalmente a sí misma como un intento de extender el rango de la teoría neoclásica explicando los factores institucionales tradicionalmente tomados como dados, tales como los derechos de propiedad y las estructuras de gobierno, y, a diferencia del viejo institucionalismo, no como un intento de reemplazar a la teoría estándar” (1). Así, tal como he expresado claramente en el Epílogo de mi libro (2), el neoinstitucionalismo es un enfoque “alternativo” solo entre comillas pues en realidad es también consistente con la agenda neoliberal. Ahora, tomándole la palabra al profesor, respecto de que se está refiriendo (según cree) a los “institucionalistas”, pasaré a mostrar que el verdadero institucionalismo no es compatible con el enfoque ortodoxo ni usa “lo mismo” pues: a) el institucionalismo se basa en el constructivismo sociológico, la economía neoclásica se basa en el atomismo sociológico; b) para el institucionalismo las instituciones son endógenas, para la economía neoclásica son exógenas; c) para el institucionalismo la racionalidad es polivalente y socialmente condicionada, para la economía neoclásica es mecánica y previamente dada; d) en el institucionalismo los contratos implican procesos de negociación colectiva, en la economía neoclásica se constituyen como acuerdos individuales en términos marginalistas. He utilizado términos especializados aquí para no explayarme demasiado, pero en el libro todo esto está explicado de modo bastante sencillo y más detallado (3).
4) “Todos son fenomenológicos, con teoría consistente e implicaciones y verificación en la realidad”: Bueno, un economista institucionalista tan representativo como John Kenneth Galbraith me parece mucho más objetivista que fenomenológico. De otro lado, si habla de “teoría consistente” y “verificación con la realidad” como si el enfoque ortodoxo tuviera claramente esas características: a) ¿cómo resuelve el problema de medición y agregación del capital planteado por Robinson? (si no puede, no se pueden construir coherentemente funciones de producción y la teoría neoclásica deja de ser consistente); b) ¿podría proporcionar evidencia empírica de que la empresas producen justo en el punto en que el ingreso marginal es igual al costo marginal? (si no puede, esta conclusión clave del enfoque neoclásico queda sin verificación en la realidad).
5) “En los contratos imperfectos, el horizonte es incierto, por lo que el enfoque es el acuerdo final. En estos modelos como los de Ostrom, se aprende como hormigas, por prueba y error”: ¿La incertidumbre lleva a que se puedan realizar acuerdos definitivos coincidiendo en “el enfoque”? Me parece que el profesor tiene que leer sobre la diferencia entre “incertidumbre probabilística” e “incertidumbre fundamental” y también sobre la “teoría de las perspectivas” que desarrollo en el capítulo 4 del libro. De otro lado, respecto de que aprendemos sistemáticamente por “prueba y error”, le recomendaría revisar los aportes de otros enfoques heterodoxos como la economía conductual, la economía experimental y la neuroeconomía que ponen muy seriamente en cuestión esa idea. Todos esos enfoques los desarrollo en el capítulo 1.
Ahí están, pues, las respuestas, aunque de modo breve. Le dejo como tarea al lector el profundizar en ello…
Referencias:
1. Malcom Rutherford, “Institutional economics: Then and now”, Journal of Economic Perspectives, vol. 15, nº 3, 2001, p. 187.
2. Cfr. Dante A. Urbina, Economía para Herejes: Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa, CreateSpace, Charleston, 2015, p. 304. (http://danteaurbina.com/economia-para-herejes/)
3. Ver, por ejemplo: Dante A. Urbina, Economía para Herejes: Desnudando los Mitos de la Economía Ortodoxa, op. cit., capítulo 3.