Prácticamente todo el edificio teórico de la economía neoclásica, el enfoque dominante, depende directa o indirectamente de la noción de homo economicus. Es decir, la idea de que los seres humanos nos comportamos siempre y necesariamente como agentes individualistas que toman decisiones conforme al esquema de optimizador racional (por ejemplo, el consumidor que maximiza utilidad sujeto a una restricción presupuestaria). Pero, ¿es este un esquema adecuado para todos los campos de la economía? Las siguientes ideas apuntan a que no necesariamente.
Herbert Gintis, Doctor en Economía por la Universidad de Harvard, en su paper “Más allá del homo economicus: Evidencia desde la economía experimental” (1) cuestiona la insuficiencia de las políticas medioambientales por tomar como referente teórico a la llamada “economía (neoclásica) del bienestar” que, a su vez, presupone como modelo antropológico al homo economicus. En específico, Gintis examina los hallazgos que sobre el comportamiento humano se han obtenido a partir de la aplicación del método de la economía experimental, a saber:
1) Nuestras decisiones no suelen tener “consistencia temporal” ya que tendemos a apreciar demasiado las necesidades y ganancias presentes y a subestimar más allá de lo razonable las necesidades y ganancias futuras.
2) El modelo de la utilidad esperada puede resultar engañoso por cuanto asume que los agentes tienen preferencias consistentes respecto de opciones con incertidumbre cuando en realidad nos vemos afectados por sesgos cognitivos y aplicamos reglas heurísticas no necesariamente consistentes con las reglas bayesianas de probabilidad, como han mostrado los trabajos de Kahneman y Tversky (2).
3) Se ha descubierto que las personas tienden a ser muy “adversas al riesgo” siendo que en general la gente es el doble de adversa a incurrir en pérdidas que propensa a obtener un igual nivel de ganancias.
4) En el conocido “juego del ultimátum” en que un agente debe repartir unilateralmente un monto de dinero con alguien más, se ha encontrado que las personas contradicen la mera lógica marginalista en prácticamente todos los casos teniendo en cuenta valores como la justicia o la equidad.
5) Los agentes económicos no son seres cerrados en su egoísmo sino que en muchos casos son “homo reciprocans” que inter-actúan y se solidarizan estratégicamente respondiendo contra los “free-riders” incluso a un costo personal.
En suma, estos claros hallazgos indican que la gente no es tan racional, calculadora e individualista como el modelo neoclásico predice. Por tanto, para tener una correcta visión del comportamiento humano el economista necesita conocer no uno sino varios enfoques y métodos (economía conductual, economía experimental, economía ecológica, etc.) e incluso varias otras ciencias humanas y sociales (psicología, sociología, antropología, etc.). Un incorrecto diagnóstico nos puede llevar a implementar políticas insuficientes y erradas. Precisamente ello es lo que concluye Gintis: que el esquema de homo economicus es demasiado limitado para entender y proponer soluciones respecto de una problemática tan compleja como la medioambiental. Y, por supuesto, esto también es plenamente válido para otras problemáticas (crisis, pobreza, desigualdad). Necesitamos, por ende, pensar “más allá del homo economicus”…
Referencias:
1. Herbert Gintis, “Beyond homo economicus: Evidence from experimental economics”, Ecological Economics, vol. 35, nº 3, 2000, pp. 311-322.
2. Véase: Daniel Kahneman and Amos Tversky, “Prospect theory: An analysis of decision under risk”, Econometrica, nº 47, 1979, pp. 263-291.