Pregunta
“¡Hola, Dante! Espero que estés bien y tengas una vida formidable. Bueno, quería preguntarte sobre una cuestión que me inquieta en mi fe y que me vengo cuestionando. Mi pregunta es: ¿Es verdad que Osiris es el verdadero ´Jesús´, ya que sus similitudes son casi iguales? ¿Es verdad que muchos escritos cristianos se basaron en los egipcios, babilonios y sumerios? Esto me inquieta como creyente y quise acudir a ti ya que sabes mucho de estas cosas. Dios te bendiga y espero que me respondas si no es mucha molestia. Saludos”.
FC – Chile
Respuesta de Dante A. Urbina
En lo que respecta a comparaciones de Jesús con divinidades paganas como Horus, Krishna, Mitra, Tammuz, Adonis y el propio Osiris, ello ya lo abordo con detalle en mi libro ¿Cuál es la Religión Verdadera? (de próxima publicación), así que aquí aprovecharé básicamente para hacer algunas aclaraciones puntuales respecto de los “análisis” de mitología comparada que hacen algunos escépticos para pretender descalificar al Cristianismo como una mera “copia” señalando sus más recurrentes falacias (1) y tomando como ejemplo el caso de Osiris:
1) La primera característica de este tipo de teorías es que caen en gran parte en una falacia de premisa falsa o indemostrada pues son altamente especulativas. ¿Y cómo se mata a una teoría altamente especulativa? Simple: demandándole evidencia. Uno se encuentra con ateos en Internet que, siguiendo la línea de “documentales” sensacionalistas como Zeitgeist, afirman alegremente cosas como que “Osiris nació de una virgen”. A ello uno debe directamente responder: “¿Y dónde está tu evidencia documentada fiable para hacer afirmación?”. Nos encontraremos con que la mayoría de las veces… ¡simplemente no la hay! Y es que aquí lo que se requiere son citas textuales y directas de documentos antiguos que avalen tal cosa, no simples links de cualquier blog o foro de Internet que repite la misma tontería como en el juego del “teléfono malogrado”. Así que, para este tipo de casos, uno que ya tiene una fe sólida y formada en lugar de decirse ingenuamente: “Uy, este tipo ha presentado evidencia fuerte contra mi fe…” lo que debe hacer es decirle: “Mira, primero preséntame citas textuales de documentos de mitología antigua sobre este punto y no meras afirmaciones gratuitas o referencias a documentales sensacionalistas y links de Internet, y recién allí hablamos”. A los ateos les gusta presionar a los creyentes con la socorrida “carga de la prueba”. Pues bien, si ellos están sosteniendo alegremente la afirmación de que la persona de Jesús se deriva de tal o cual dios mitológico, ¿no deberíamos aplicarles del mismo modo una exigente “carga de la prueba” en vez de creerles de buenas a primeras? Con esto bastará para ponerlos en jaque en varios puntos. Y es que muchos no creyentes son tremendamente escépticos cuando se trata de argumentos a favor del Cristianismo pero tremendamente ingenuos cuando se trata de teorías para refutar o descalificar al Cristianismo, no importa cuán locas o descabelladas sean. Por ejemplo, hay algunos que dicen: “Jesús aprendió magia en Egipto y con eso embaucó luego a sus seguidores”. Pero cuando uno les demanda evidencia al respecto a lo más que atinan es a decir que en los Evangelios se dice que Jesús estuvo en Egipto durante su infancia. Así que, como dice el Dr. Michael Brown, “la idea de que Jesús aprendió artes mágicas en Egipto tiene tanto sustento histórico y fáctico como la afirmación de que Santa Claus entrega regalos a través de la chimenea en Navidad” (2).
2) Otra falacia en que incurren estos planteamientos es en la conocida como falacia post hoc. Que un hecho haya sucedido antes que otro no significa de por sí que el primero sea causa del segundo. Esto aplica especialmente para aquellas creencias que es absolutamente normal esperar que sucedan en diferentes religiones sin que haya tenido que haber un proceso específico de influencia o “copia” entre ellas. Por ejemplo, hay escépticos que básicamente dicen: “Los babilonios y sumerios tenían creencias como la inmortalidad del alma, el infierno, los espíritus, la dualidad bien/mal, etc., que es básicamente lo mismo que creen los cristianos. Por tanto, la creencia cristiana se deriva de la de los babilonios y sumerios”. Totalmente falaz. Esas son nociones espirituales básicas a las que es perfectamente razonable que haya podido llegar independientemente cualquier religión de uno u otro modo. Ahora pongamos un ejemplo con Osiris. Allí tenemos que un paralelo que se aduce es que Osiris fue llamado “Dios vivo”, “Rey eterno” y “Señor de Todo”, títulos que luego se atribuyeron a Jesús. Pero eso no prueba nada: es absolutamente normal que hayan ciertos títulos genéricos para los seres supremos o dioses en cualquier religión. La racionalidad y cualidad espiritual son algo común a todos los hombres, así que es natural que encontremos similitudes en ciertas cosas básicas y generales sin que tenga que haber necesariamente una influencia específica o copia. El profesor Gregory Elder lo ilustra muy bien con el caso del álgebra: “La ciencia del álgebra fue inventada tanto en la antigua Asiria unos mil años antes de Cristo como en la Arabia medieval unos mil años después de Cristo. Pero no hay evidencia de que los musulmanes árabes obtuvieron su álgebra de los asirios, cuyo idioma fue completamente intraducible para los árabes de la época” (3).
3) Finalmente, estas teorías suelen incurrir groseramente en una falacia de falsa analogía. O sea: apelan a semejanzas muy vagas dejando de lado las diferencias muy claras. Un excelente ejemplo se puede poner precisamente con el caso de Osiris. Los escépticos dicen que la creencia en la resurrección de Jesús simplemente sería una copia del dios egipcio Osiris, quien también “resucitó”. Pero cuando uno, en lugar de quedarse en los meros rumores, va a las fuentes se encuentra el siguiente relato sobre Osiris: que fue asesinado por su hermano quien lo cortó en catorce partes y las esparció por Egipto. Luego de ello Isis, su esposa, juntó las partes (excepto el pene, que se perdió) y lo devolvió a la vida. Eso no tiene ningún parecido con la resurrección de Jesús: Jesús volvió a la vida como un ser glorificado; Osiris, como una especie de “muerto viviente” (¡y sin pene!, todo hay que decirlo). Así, pues, como refieren los expertos Habermas y Licona, “el retorno de Osiris a la vida no fue una resurrección sino una zombificación” (4). En consecuencia, de ningún modo es el caso de que, respecto de Jesús y Osiris, “sus similitudes son casi iguales” (como se dice en la pregunta) sino que ¡son claramente diferentes!
Con todo lo anterior queda suficientemente respondida la duda u objeción. Como “regalo adicional” dejamos una cita del genial escritor G. K. Chesterton en donde, con su inteligentísimamente irónica pluma, aplica un criterio muy similar al que aquí hemos usado para el caso de pretendido paralelo Jesús/Buda. Aquí la cita en extenso para el disfrute y reflexión: “Los estudiosos de la ciencia popular (…) siempre insisten en que el Cristianismo y el Budismo son muy parecidos. Es una creencia muy popular y así lo creí yo mismo hasta que leí el libro en el cual se daban las razones de esa semejanza. Las razones eran de dos clases: semejanzas que no significaban nada porque eran comunes a toda la humanidad, y semejanzas que no eran semejanzas. (…) Así, como ejemplo de primera clase se decía que Cristo y Buda ambos fueron llamados por la voz divina que venía del cielo, como si uno esperara que la voz divina viniera del sótano. O, también, declaraba gravemente que por una notable coincidencia esos dos maestros orientales tenían algo que ver con el lavado de pies. Lo mismo se podría decir que era una notable coincidencia que ambos tuvieran pies que poder lavar. Y la otra clase de semejanzas eran aquéllas que sencillamente no eran semejantes. Así, este conciliador de las dos religiones concedía una ferviente atención al hecho de que en ciertas fiestas religiosas se rasgan las vestiduras del Lama en señal de respeto, y los restos de ellas son altamente apreciados. Pero este es el reverso del parecido porque las vestiduras de Cristo no se desgarraron en señal de respeto sino de escarnio; y los restos de ellas solo fueron apreciados por lo que se obtendría de su venta en los comercios de trapos. (…) Esas migajas de pedantería infantil tendrían poca importancia si no fuera verdad que también son de esa clase las otras semejanzas filosóficas que se alegan” (5). De ahí la necesidad de refutar estas tonterías: no porque no sean tontas, sino porque -dado el contexto del Internet- están muy extendidas y varios se las creen.
Referencias:
1. Para un listado de las 50 principales falacias argumentativas con explicaciones y ejemplos, véase: Dante A. Urbina, ¿Dios Existe?: El Libro que Todo Creyente Deberá (Y Todo Ateo Temerá) Leer, Ed. CreateSpace, Charleston, 2016, Part. I, cap. 3. (http://danteaurbina.com/dios-existe-el-libro-que-todo-creyente-debera-y-todo-ateo-temera-leer/)
2. Michael Brown, Answering Jewish Objections to Jesus, Ed. Baker Books, Grand Rapids, vol. 4, 2006, obj. 5.13.
3. Gregory Elder, “Christianity´s similarities with and differences from ancient Egyptian religion”, Redlands Daily Facts, October 9, 2013.
4. Gary Habermas and Michael Licona, The Case for the Resurrection of Jesus, Kregel Publications, Grand Rapids, 2004, chap. 5.
5. G. K. Chesterton, Ortodoxia, Ed. Porrúa, México, 1998, pp. 74-75.